sábado, 14 de agosto de 2010

¿QUE MAS DA, TOMÁS, ESPERANZA QUE TRINIDAD?.

El debate abierto en el PSOE sobre los posibles candidatos a las próximas elecciones de la Comunidad de Madrid, puede parecer que se trata de una lucha de poder entre las distintas familias socialistas, pero más bien creo es un a estrategia para dar a conocer a Tomás Gómez, que si bien se lo arrebataron al Ayuntamiento de Parla cuando era el alcalde más votado de todo el sur de Madrid, al llegar a la Capital, por el puesto que le fue encomendado (Secretario General de los socialistas madrileños), importante para la organización del partido pero con poca repercusión mediática, se había convertido en lo que ahora se denomina un hombre de perfil bajo al no ser conocido por el gran público, cosa que está consiguiendo a marcha forzada, ya que por la sequía informativa propia del verano, la prensa hablada y escrita tiene puesto sobre él todo su foco de atención y ya hay pocos madrileños que no le conozcan.

Todo este atizar las ascuas, este quítate tú para ponerme yo, la verdad que tiene bastante importancia de cara a los INDECISOS, a los DESENCANTADOS y sobretodo a los JÓVENES, por provocarles la ilusión que votando a uno y no a otro van a configurar la política, pero para los que tenemos cierta edad, la pregunta que nos hacemos es: ¿que más da, Tomás, Esperanza que Trinidad?. Esta escéptica postura viene de que nuestro voto está decidido de antemano y no hay campaña publicitaria que lo haga cambiar de orientación.

Los viejos, que para disgusto de algunos también votamos, y formamos parte de eso que los partidos llaman techo electoral, tanto si somos de derechas como de izquierdas, en la mayoría de los casos tenemos muy arraigado el credo y la fidelidad y no sobredimensionamos estos dilemas surgidos del momento coyuntural de unas elecciones.

Por viejos no podemos ser indecisos ante la opción por la que hace años nos decantamos por convicción y vivencia, y poner ahora en tela de juicio tal decisión, sería tanto como admitir habernos estafado a nosotros mismos.

Por viejos no podemos estar desencantados, porque la verdad es que nunca perdimos la esperanza de que todo fuera a mejor, pero también es cierto que tampoco confiábamos demasiado en ella y preferimos la máxima de más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.

Por viejos en contra de lo que buscan los jóvenes (potencial semillero de votos codiciado por los partidos), sabemos que los políticos no están ahí para hacer realidad nuestras ilusiones, muchas veces absurdas, y solo podemos esperar lo hagan medianamente bien para que todos, desde nuestras respectivas posiciones, vayamos siempre avanzando en una línea moderada de progreso, y con nuestro voto dar a los partidos, da igual el color, la fuerza suficiente para que entre gobierno y oposición haya el equilibrio necesario para que no se vayan los asuntos de las manos y así evitar involuciones aventureras.

Por lo dicho anteriormente, pienso está claro que un alto porcentaje de la población tiene decidido su voto de antemano, tanto para las locales, autonómicas o generales, ya que para bien o para mal, se vota a unas SIGLAS que representan un poco nuestra manera de ser, son parte de nuestro equipaje emocional, y que a cierta altura del camino vital, no es fácil desprenderse.

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